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DeMENTES

El Prisma Céline


La Libertad Guiando al Pueblo, Eugène Délacroix, 1830






"Mirabeau gritaba tan fuerte que Versalles tuvo miedo. Desde la Caída del imperio romano, jamás tempestad semejante se había abatido sobre los hombres; en pavorosas olas se elevaban hasta el cielo las pasiones. La energía y el entusiasmo de veinte pueblos surgían de Europa, destripándola. Por todas partes, sólo remolinos de seres y de cosas. Aquí, borrascas de intereses, de vergüenzas y de orgullo; conflictos oscuros, impenetrables, allí; más lejos, sublimes heroísmos. Confundidas todas las posibilidades humanas, desencadenadas, enfurecidas, ávidas de imposible, se propagaban por los caminos y las simas del mundo. La muerte aullaba en la sangrienta espuma de sus disparatadas legiones; desde el Nilo a Estocolmo, de la Vendée hasta Rusia, cien ejércitos al unísono invocaron cien razones para su salvajismo. Las fronteras asoladas y fundidas en el inmenso reino del Frenesí, los hombres ansiando progreso y el progreso devorando hombres; así fueron estas bodas tremendas. La humanidad se aburría; quemó a algunos Dioses, se cambió de traje y pagó su tributo a la Historia con algunas glorias nuevas.


Cuando tras la tempestad llegó la calma, sepultadas por varios siglos aún grandes esperanzas, cada una de esas furias, que había partido hacia la Bastilla “súbdita”, volvió “ciudadana” y retornó a sus mezquindades, a espiar al vecino, a dar de beber a su caballo, a fermentar sus vicios y sus virtudes en el tonel de piel pálida que Dios misericordioso nos ha dado.


En el 93 dilapidaron a un Rey.


Limpiamente, fue sacrificado en la plaza de Grève. De su garganta degollada brotó una sensación nueva: la Igualdad.


Todo el mundo odió y se produjo un delirio. El Homicidio es una labor cotidiana de los pueblos, pero, al menos en Francia, el Regicidio podía considerarse inédito. Se lo permitieron. Nadie quería confesárselo, pero la Bestia estaba entre nosotros, en los estrados de los tribunales, en las colgaduras de la guillotina, con las fauces abiertas. Fue necesario darle ocupación.


La bestia quiso saber cuántos nobles vale un rey. Se descubrió que la Bestia tenía talento.


Y en la degollina se experimentó una puja formidable. Al comienzo, se mató en nombre de la Razón, por principios todavía no definidos. Los mejores gastaron considerable talento para asociar el asesinato a la justicia. No se consiguió mucho. No suele conseguirse. Pero, en el fondo, ¿qué importaba? La muchedumbre quería destruir y eso era suficiente. Igual que el enamorado comienza por acariciar el cuerpo que desea y proyecta demorarse largo tiempo en su propósito y después, a pesar de sí mismo, se apresura y…, así quería ahogar Europa en una horrible orgía los siglos que la habían educado. Lo pretendía aún mucho más de prisa de lo que imaginaba.


Conviene menos irritar a las muchedumbres ardientes que a los leones hambrientos. Por lo que, en adelante, se dispensaron de buscarle excusas a la guillotina. Maquinalmente, toda una secta fue señalada, muerta, trinchada, como carne; y, encima, su alma.


La flor de una época fue hecha picadillo. Esto proporcionó placer por un instante. Hubiesen podido quedarse allí, pero cien pasiones, que bostezaban de tedio ante la lentitud de tal minucia, una tarde de hastío derribaron el patíbulo.


De golpe, veinte castas se precipitaron en una espantosa pesadilla, veinte pueblos unidos, revueltos, hostiles, negros y blancos, rubios o morenos, se lanzaron a la conquista de un Ideal.


Atropelladamente, golpeados, sostenidos por arengas, conducidos por el hambre, poseídos por la muerte, invadieron, saquearon, cada día conquistaron un reino inútil que otros habrían de perder a la mañana siguiente. Se los vio pasar bajo todos los puentes del mundo, una vez y otra, en una ronda ridícula y brillante, anegándolo todo aquí, vencidos allí, engañados en todas partes, peloteados incesantemente de lo Desconocido a la Nada, tan satisfechos de morir como de vivir.


En el transcurso de estos años monstruosos por los que fluye la sangre, durante los que la vida chorrea y se disuelve en mil pechos a la vez, durante los que la guerra siega los riñones y los tritura como racimos en la prensa, hace falta un macho.


A los primeros relámpagos de esta inmensa tormenta, Napoleón conquistó Europa y, por las buenas o por las malas, la conservó quince años."


"Semmelweis"
Louis-Ferdinand Céline



Impartiendo Libertad, Igualdad y mucha, mucha Fraternidad...




Y visto lo visto, uno se pregunta si no estaría bien encontrarse páginas como estas en los libros de texto, cuando uno es estudiante y está adormilándose en clase porque le están dando la paliza con el sempiterno rollo de siempre, de todo aquello del 1789... No me cabe la menor duda de que, por lo menos, un discurso así, por lúcido, extremo y descarnado, captaría mi atención...


            								© JIP

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