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DeMENTES

El Poder de la Memoria

Define la R.A.E. la memoria como la “facultad psíquica por medio de la cual se retiene y se recuerda el pasado”. Extendiendo este concepto a un entorno dominado por las conexiones silícicas, la palabra memoria dejaría de regodearse de su cualidad “psíquica” para sumergirse en un supramundo virtual que, bajo la base de un código binario, integrase en su seno la posibilidad (cada vez más real) de convertirse en un receptáculo contenedor de un flujo de información sumamente extenso. Supondría, ya lo habéis adivinado, la cristalización oficiosa y práctica de una de las panaceas más irrealizables del más soñador de los enciclopedistas: poner al alcance de todos… la memoria de la humanidad.


Resulta paradójico que un instrumento fruto de la paranoia militar más retrógrada, la archiconocida Red Arpanet, diera lugar a una plataforma de intercambio de información científica que heredarían las universidades, en un primer lugar, y el comercio -un estamento siempre goloso de detectar y satisfacer nuevas necesidades de consumo-, en un segundo estadio, necesario para universalizar una plataforma plural que hoy, llegados ya a un tercer estadio de carácter ecuménico, todo el mundo conoce con el nombre de Internet.


Construirse un Lugar en una red informativa tan extensa como Internet, por ello, puede significar sumergirse en una eventualidad infructuosa donde los únicos beneficios los amortice el ego, pero también debe representar, y representa, adentrarse en una aventura sin retorno donde los únicos límites conocidos los concede la falta de imaginación. Fijaos que un lugar como éste, nada más y nada menos, representa la divulgación a grandes voces de dónde está y cuál es nuestro lugar en un mundo, no descubrimos nada diciendo esto, sometido a la dictadura de la impersonalización y el desarraigo, de la practicidad y el consumismo.


No hace mucho, cuando, en quinto curso de la facultad, el Catedrático provocaba a nuestro ingenio para realizar una tesina sugestiva (necesaria para aprobar la asignatura de Investigación), aquellos que teníamos por origen una zona rural, más o menos pequeña, éramos animados a indagar sobre las raíces y la historia de nuestro pueblo. Decía, y quizás no le faltaba razón, que frente a aquellos que provenían de unas zonas urbanas más asentadas (y más estudiadas, por ende) gozábamos de dos grandes ventajas: que el objeto de estudio era cuantificable y delimitado, y que, naturalmente, nos quedaba todo por hacer. Deseché, sin embargo, la posibilidad de embarcarme en una investigación de ese calado a cambio de otros temas de índole más pragmáticos. Supongo que el tiempo, ya lo está haciendo, desacreditará una elección que no otorgaba consideración alguna al valor de la memoria.


Reivindico hoy, en este rincón que el futuro convertirá en sarcástico y menos trascendental, el valor de la memoria escrita, nuestra memoria, para que conserve con el transcurrir de las semanas, meses, años, aquello que alguna vez creímos necesario reivindicar, criticar, ridiculizar… y, de modo accesorio, hago público el deseo de que esta voluntad primigenia de la que hoy día presumimos, no se deje fagocitar por el conformismo o la apatía y que, con el mismo recelo, consigamos continuar por la senda de los que no olvidan, agradecen y saben apreciar la valía de las pequeñas cosas y el poder de la memoria. De nuestra memoria…


De(nuestra)MENTE

            © J.P.Bango

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