Blogia
DeMENTES

Mi despertar

De la cama al baño. Y vuelta. Si hubiera abierto los ojos hubiera visto el calzado que había dejado en medio de mi habitación unas horas antes. Pero no abrí los ojos. Tropezón. Me cagué en todos los muertos de mis zapatillas. Nada nuevo. Se supone que ya están acostumbradas a mis desaires así que no las perdí perdón y hasta mañana, al menos, no lo haré. No me arrepiento. Me estoy volviendo un tipo duro, ya veis...


Bajo las escaleras. Abro los ojos. Maldita luz. Cierro los ojos... Pienso: odio madrugar. Planifico: el domingo me vengaré del madrugón. Diablos. Qué lejos queda el domingo, ¿verdad? Uno, dos, tres cucharillas de azúcar y descafeinado. Reflexiono: ¿por qué dejé el café? Declaro todos los lunes como “día oficial de la no reflexión”. Un sorbo, dos sorbos, un vistazo al reloj, tercer sorbo, me siento incómodo, cuarto sorbo, quinto sorbo, la radio me recuerda la hora, sexto sorbo, estoy incómodo, sí, séptimo sorbo y fin. Odio que se me quede el azúcar al final del vaso: no sólo pierdo parte del azúcar invertido en el desayuno sino que además me rechina los dientes.


Sigo incómodo pero, por lo menos, he acostumbrado a los ojos a admitir la luz. Veo con claridad. Un perro defecando junto al coche. Ya he salido. Una vecina gimoteando... Hace calor. Una figura se acerca a un coche y ve su reflejo en el espejo; se sigue sintiendo incómoda. ¡Me he puesto la camiseta al revés! Vuelvo a casa. “¿Estás bien?”. Podía estar mejor. Siempre se puede estar mejor pero no me quejo. Vivo. Respiro. Apenas siento dolor. La camiseta está en su sitio.


El trabajo. Tengo suerte de vivir cerca del trabajo. Llego hasta él sin atender al coche, el asfalto sólo es una línea negra que utilizan los demás para pasar de largo. Tras el tercer coche cruzo la carretera caminando, con desgana. Estoy de vuelta. Cara de asco. Caras de asco. Es lunes. Los lunes justifican cualquier tipología de cara pero la de asco lo da sentido. En la radio el locutor reza la hora. A la media hora otra señal y a la otra, otra. Una hora y comienzo a sentir dolor. No es nada que no sospechase. Es más, ni siquiera me sorprende. El dolor es parte de mi rutina. Es lunes y tengo sueño. Han pasado cinco meses y todo parece estar en su sitio. Si posara otro papel sobre la mesa se hundiría. Lo haría si no tuviera que recogerlos después... En la ventana, le canta un jilguero a su hembra una canción de amor mientras revolotea a su alrededor expandiendo por el aire y ante sus ojos, los colores seductores de su plumaje. La pájara le ignora... Será porque es lunes.


Cinco meses. Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? Es duro reencontrarse con la realidad cuando la realidad te desprecia. Pero me siento bien. A pesar del dolor y la rutina y el desprecio. Me siento vivo, vivo porque me duele. Lo siento. Soy feliz reencontrándome con mi vida “normal”. Si tuviera un pañuelo me enjugaría estas lágrimas.


Las once y media. Las doce. Esta mañana de mierda va pasando. La siesta será una solución ciertamente reparadora. Al menos, hasta que llegue la tarde y la rutina vuelva a empezar. Hoy. Mañana. ¿Siempre?




                                     © J. P. Bango			

0 comentarios