Blogia
DeMENTES

Incubando las Tinieblas

Tengo un amigo, últimamente también compañero de trabajo -¡viva el enchufe y el coleguismo!-, que de tanto en tanto llega por la mañana y me suelta “Hoy me encuentro psicopático”, tal que así… Como psicólogo en ciernes sé que lo suyo es deformación profesional, pero creo saber más o menos qué es sentirse así, más que nada porque estos últimos días también yo ando con el psicopático subido.


Hay quien diría que se siente inquieto, desazonado, puede incluso que angustiado, pero si te atreves a escarbar un poco más en la llaga de tus aprensiones puedes llegar a sacar mucha más mierda de la que imaginas. Recordáis al Hombre Lobo Americano en Londres, justo antes de la primera transformación lobuna… el pobre hombre llevaba toda la tarde que se subía por las paredes, nervioso, atribulado, sin saber qué demonios hacer con sus manos y sus pensamientos. Hasta cierto punto es comprensible; el tío andaba enamoradillo de la guapa enfermera que le había lamido las heridas, y su mejor amigo lo visitaba de vez en cuando, todo él hecho un guiñapo de muerto viviente cada vez más putrefacto, para pedirle por favor que tuviera a bien suicidarse, que sería lo mejor para todos, para los muertos y para los vivos, porque a no tardar, justo con la siguiente luna llena, iba a convertirse en un bicho con muy malas pulgas. De modo que, ante este panorama, ante tan ambivalentes expectativas, medio enamorado, medio alucinado y medio cagado de miedo, era normal que el tipo anduviese sin ganas de nada, ni de leer, ni de comer, ni de estarse quieto ¡leches!... hecho un manojo de nervios a punto de rebasar el punto límite.


Y el punto límite, amigos, es algo que siempre acaba llegando, pregúntenselo si no al cachondo de Murphy... sí, el de la tostada. En el caso de nuestro licántropo personajillo, el punto límite fue el primer rayo de luna llena filtrándose a través de la ventana, y a partir de entonces todo fue un rápido convertírsele los sudores, los picores y las calenturas en bello negro, látex hinchado y temibles fauces de mala bestia. ¡Rick Baker se lo curró, la verdad!...Y, bueno, en otros casos más mundanos, el de mi amigo por ejemplo, el de vosotros, el de cualquiera, incluido por supuesto el mío, el punto límite puede esconderse allá donde menos lo esperes. El acontecer diario de uno está plagado de potenciales puntos límite, abismos insondables sobre los que dejar planear la sombra malvada que todos llevamos adherida al corazón y las espaldas, cual buitre carroñero y parásito.



Rebasando el Punto Límite...




Se pasa uno el día, la semana, la puñetera vida entera batallando con sus sentimientos de vida, sus impresiones de muerte, con las dichosas pulsiones de Eros y Tanathos, de aquel otro gran deMente, un tal Freud, pero casi siempre a un nivel inconsciente, o sea, tú en realidad crees que vives, que amas, que sueñas, te trabajas un modo de vida en la confianza de que todo no se reduce a una absurda impostura… pero nada sabes de las terribles contiendas, maniqueas y bestiales, que se libran en el fondo de tu psique, hasta que de repente un día salen a flote, asaltan tu mente despierta, y entonces sientes lagunas negras en la cabeza, que las tinieblas están tan cerca que puedes percibir su acre hedor, que las tienes tan pegaditas a tu alma que puedes ver cómo te devuelven sonrientes la mirada… y a partir de ese instante ya estás listo, a punto para la boca del lobo, o del licántropo, como gustéis…


El resorte puede saltar por cualquier cosa, una mala contestación, una sutil ironía a destiempo, una broma no tan ligera como se pretendía, un bocinazo impaciente o incluso el llanto inagotable de una criatura vecina a las cuatro de la mañana, ¡y tú te levantas a las seis!… Las posibilidades son infinitas, tantas como hombres capaces de asesinar y ser asesinados, de dejarse dominar por la sombra. Y una vez lo haces ya está, el bueno de Murphy gana la partida y él y su tostada dichosa se marchan a tocarle a otro los mismísimos, porque tú ya estás finiquitado, marcado, como una carta de póquer con la que la muerte ha de ganar la mano de tu vida. Quizá reacciones con rabia, dominado por la ira, e intentes partirle la nuez al primero con el que te topes en la calle; o bien te dé por derrumbarte sobre tu postración, hasta que las lágrimas desequen tu cuerpo; o, simplemente, como la mayoría, decidas bajar los hombros y los párpados, admitir la derrota, sumiéndote en la atonía por el resto de tus días, transcurriendo con el tiempo, hasta que éste decida dejarte atrás.


En cualquier caso, recordad, el punto límite siempre está ahí, acechando, y siempre consigue su presa, siempre gana, porque como Murphy a su tostada, como el buitre al moribundo, como el lobo al cordero y la sombra al viajero, la muerte aguarda a su caza investida siempre de su mejor y más efectiva arma, la paciencia. Sólo debe limitarse a esperar que seamos los hombres, nosotros, sus presas, quienes agitados en nuestra angustia, terminemos por bajar la guardia, apartándonos voluntariamente de la luz, de nuestras ilusiones y esperanzas, cayendo irremisiblemente en sus finales garras.


            								© JIP




Incubando las Tinieblas...

4 comentarios

JIP -

Sergi, Héctor... si pensáis que con ese comentario me voy a ofender en lo más mínimo... ¡¡¡vais apañaditos jovencitos!!! XD

!No provoquéis la ira de vuestro maestro posthumano! ;)

sergi y hector -

de repente nos haces sentir jóvenes.

JIP -

Tranqui Diana, que TannHäuser no ha cerrado ni mucho menos sus puertas... En breve estaré también soltando tonterías... ;)

un saludo

Diana -

Hey...
Javi te extrañamos en tannhauser.
Bye.